Toca la trompeta, forma parte de una batucada, le encanta viajar y explorar, es un apasionado de los animales… y un soñador. Aspira a montar su propia granja escuela y, por qué no, una quesería. También es el único ganadero en 50 kilómetros a la redonda. Vive en Belbimbre porque le gusta, por orgullo familiar, por apego a sus raíces y porque ejerce un oficio en el que “todo son ventajas”: recuerda que las ovejas limpian el campo, impidiendo los incendios, y lo abonan, producen leche y de ahí un sinfín de derivados. Pero no sólo eso: su profesión le permite un aprendizaje continuo. No hay límites, ni tampoco está dispuesto a estancarse. Eso no va con él.

– ¿De dónde te viene la vena ganadera?

Mis padres desde siempre me llevaban a la nave. Además, desde pequeño he tenido un don para cuidar y tratar a los animales. Casi todo ganadero lleva un recuento de cada oveja, sus producciones, prolificidad… Y yo tengo esa facilidad de conocer a todas las ovejas. De hecho, puedo hablar cinco minutos de cada una. Mi meta es mantener el rebaño, ir seleccionando, mejorando, vivir mejor, sobre todo tener más tiempo, e incluso hacer una granja escuela y dar a conocer de dónde vienen los productos. Este verano habrán pasado por la explotación más de 100 personas para ver a los animales.

– ¿Crees que se está olvidando lo más básico? Cuando nosotros éramos pequeños sabíamos perfectamente de dónde venían los huevos, por ejemplo.

Lo que ha pasado es que los niños ahora viven en la ciudad. Vienen al pueblo y ven a los animales desde el coche, a lo lejos, no los tocan. Es totalmente diferente. De hecho, te voy a contar una anécdota que me marcó. Las ovejas están identificadas todas mediante dos métodos: con un microchip que llevan en el estómago y un crotal en la oreja. Pues vino una niña y me dice: “¿Qué es eso que lleva esa oveja en la oreja? ¿El precio?”. Me marcó.

– ¿Cuántos animales tenéis en la explotación?

Incontables. Ovejas, cabras, burros, caballos, cerdos vietnamitas, ocas, faisanes, patos, perros, gatos, palomas… Ovejas alrededor de 600 madres, más luego cuando nacen los corderitos, que en cada lote rondan entre 300 y 400. Vamos que en época de paridera se duplican los animales.

– ¿Cuál es para ti el más inteligente?

Cada uno es inteligente a su manera. Ninguno es igual. Cada perro tiene su perronalidad. De hecho, el perro es nuestra arma de trabajo más valiosa. Solo con la mirada ya te guías. La oveja, sin embargo, es el animal más tonto que existe. Las cabras también son bastante inteligentes, pero para mí el perro y el caballo.

Lo suyo sería cerrar el ciclo creando nuestra propia quesería

– ¿Cómo es tu día a día en Belbimbre?

Tranquilo, sin estrés, pero sin parar. Depende mucho de la época. Al fin y al cabo, en este oficio teniendo personal para trabajar y haciendo cada tarea entre varias personas se lleva bien. No madrugo mucho, me levanto sobre las 9 y voy a la nave. Pero mi madre a las 7 ya va a ordeñar. Lo primero que se hace es el ordeño. Suelo sacar a los animales al campo hasta la 1 del mediodía. A las 3 y media se vuelve a ordeñar hasta las 5 y media y de ahí hasta las 9 se sale de nuevo con el rebaño.

Por cierto, el rebaño está dividido ahora en dos subrrebaños: producción de ordeño y luego las gestantes, que las lleva el otro pastor. Es un calendario marcado. Mañana viene la veterinaria a hacer ecografías porque ya quedan dos meses para que tengan el cordero. La madre tiene que descansar dos meses antes de tener la cría para que esté en buenas condiciones. Ahora, en octubre, es el ciclo natural de todos los rumiantes. Si no, en julio y en marzo tenemos que programar el rebaño para provocarles el celo. El rebaño se divide en dos lotes para buscar el precio del lechazo y poder ordeñar todo el año. Entonces se va jugando con esos lotes y se programan para que no se junte en una época muchísima producción y en otra nada.

 

– ¿Qué hacéis con la leche?

Formamos parte de la cooperativa Quesos Cerrato de Baltanás (Agropal), allí lo elaboran y hacen quesos, cuajadas y otros productos. Lo suyo sería cerrar el ciclo creando nuestra propia quesería, pero de momento es un marrón. Por decirlo rápido, el lechazo es para cubrir las necesidades básicas de la madre y la rentabilidad que nos queda a nosotros es la leche.

– ¿Cómo os ha influido la pandemia en vuestro trabajo?

Somos los menos perjudicados. Podemos salir al campo sin ninguna restricción y con la mayor normalidad del mundo. Te afecta de cara a los veterinarios y algunas gestiones. Y, aparte, que costó dar salida a los corderos en marzo y abril por el confinamiento.

– Tengo entendido que pastoreas con una yegua…

Dado que tengo los animales, qué mejor que sacarles un partido. Llego a hacer una media de 23-24 kilómetros diarios. Teniendo la posibilidad de ir a caballo, para qué ir andando.

– ¿También les tocas la trompeta a los animales?

Todavía no. La trompeta requiere una resistencia brutal, que se gana tocándola todos los días. Llevármela todo el día a cuestas para solo practicar 20 minutos no me merece la pena. Pero bueno, llegará el momento.

– Aparte de la trompeta y los animales, ¿qué otras cosas te gusta hacer?

Tocar en una batucada, viajar, la naturaleza, conocer, explorar… Soy muy activo.

Estoy en Belbimbre por vocación y también por orgullo porque toda mi familia han sido ganaderos

– ¿Cómo es la vida en Belbimbre? ¿Qué servicios tenéis y cuáles os hacen falta?

Los pocos servicios que había los están quitando. Por ejemplo, las consultas médicas. Había dos a la semana y desde la pandemia se han eliminado. Nos toca ir al consultorio de Pampliega. El panadero viene todos los días. Al carnicero le puedes llamar y te lo trae. Una ventaja es que conoces a la gente y nos hacemos favores mutuamente. También hay una asociación con máquinas expendedoras y hace poco una señora decidió montar una casa rural y en verano puso un chiringuito de helados.

– En tus 33 años, ¿siempre has vivido en Belbimbre?

Menos dos de Erasmus en Palencia. Al instituto iba a Burgos y el resto he estado aquí.

 – ¿Te ves fuera de de tu pueblo?

En un principio no. Este año vamos a hacer la incorporación al sector como sociedad limitada. Y, claro, para pedir las ayudas uno de los requisitos es mantener el negocio cinco años. Mi objetivo es tener más tiempo libre y organizar la empresa como una compañía normal y corriente con tu mes de vacaciones, tus extras y demás.

– ¿Crees que los jóvenes rurales recibís las ayudas que necesitáis o echáis en falta más apoyo? ¿Te sientes respaldado o es por pura vocación?

Estoy por vocación, porque me gusta, también por orgullo porque toda mi familia han sido ganaderos, por todo el trabajo que han metido mis padres en la explotación. Además, que yo no podría estar en una oficina ni en una fábrica como un robot. Cada vez empiezo a valorar más que lo que tenemos. Trabajar en esto es un privilegio. A 50 kilómetros a la redonda no se ha quedado nadie con la ganadería, nada más que yo.

Sí se han quedado muchos agricultores, pero vamos que demasiadas subvenciones cobran. De hecho, muchos trabajan en la ciudad y van el fin de semana para hacer el campo. Veo excesivo que se esté regalando el dinero a esta gente. Luego, además, hay mucha vagancia. Veo una comodidad, que la gente no cultiva para sacar beneficio, sino para obtener la PAC. La PAC esté con nosotros. Se está ayudando y compensando a no cultivar, pero dónde se ha visto que den subvenciones por dejar una tierra de barbecho. Es una cosa muy extraña.

Eso sí, si a alguien le gusta el oficio de ganadero y quiere montar una explotación y tiene que empezar de cero es imposible. Aparte de que no venden nada, muchas veces se duplica el coste.

 

– ¿Alguna vez te has sentido juzgado por ser joven y vivir en un pueblo?

Sí, me han llamado peina ovejas, pastorón… Una de las ventajas que tiene este oficio es que pasas mucho tiempo en el campo solo y, a veces, te vuelves un poco psicoanalista. Yo pienso que los ganaderos estamos hechos de otra pasta, aunque sea a base de palos. Pero vamos, por uno me entra y por otro me sale. La gente que habla del vecino es porque no tiene vida propia.

Mis padres empezaron con muy poquitas ovejas. Antes se ocuparon de los animales de los ricos

– ¿Qué has aprendido hasta ahora?

Todos los días se aprende algo, especialmente a interpretar la naturaleza: no todas las plantas son hierba, muchas son comestibles y cada una sirve para una cosa. Es un aprendizaje continuo.

– ¿Qué te gustaría aprender? ¿Qué metas te pones?

Esto va paso a paso. Sin aturullarme, me gustaría mantener el rebaño, dedicarme a provocar los celos y manejar el calendario, además de montar una granja escuela. Si va bien, una quesería. Si eso va bien, a por otra cosa. No hay límites. No te estancas, este oficio te permite un aprendizaje constante.

– ¿Cómo ha cambiado la explotación desde que lo montaron tus padres hasta ahora?

Mis padres empezaron con muy poquitas ovejas. Antes ellos se ocupaban de las ovejas de los ricos. Pero después se plantaron. Tenían alquilados distintos corrales hasta que decidieron hacer la nave en nuestra propia finca. Comenzaron con 100 ovejas que les dejó mi abuelo de herencia de raza churra, que se destina a la producción de carne. Pero eso ya ha quedado obsoleto. O cambiabas o te comía el mercado. Así que decidimos meter otra raza y conseguir el híbrido: madre churra y carnero Assaf (proveniente de Marruecos). Sacas una oveja que tiene los mejores genes de ambas razas: la producción lechera del padre Assaf y la rusticidad de la madre churra.

Ahora tenemos ganas de crecer porque una de las ventajas de la zona es que no hay ganadería y nos dan la posibilidad de aprovecharnos de arrendar los pastos de los pueblos circundantes. Nos gustaría ampliar y crear más empleo.

En Pampliega nos han dado la ventaja de que, si llevamos las ovejas, nos dejarían los pastos gratis. Quieren que vaya el ganado porque limpia el terreno, impide que haya incendios… Es de los pocos oficios que es todo ventajas: producción de leche, transformación del pasto en productos alimenticios, limpian el campo y lo abonan. La única desventaja es que emiten metano a la atmósfera.

Suena la alarma del móvil, son las cinco de la tarde. ¡Toca volver a la nave!