Hoy se cumplen 41 años de la espantada española del Sáhara Occidental. Más de cuatro décadas sin encontrar un remedio, sin celebrar el referéndum que permita al pueblo saharaui ejercer su derecho a la libre determinación y, por ende, 41 años de inestabilidad que afecta a todo el Magreb.

Fachada de una jaima en la que se puede leer "la esperanza vence al miedo" en los campamentos de refugiados saharauis

Fachada de una jaima en la que se puede leer «la esperanza vence al miedo» en los campamentos de refugiados saharauis

Desde que en noviembre de 1975, el régimen moribundo de Franco cediera la administración del territorio del Sáhara Occidental a Marruecos y a Mauritania y se comprometiera a organizar un referéndum que respetara el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, ya han pasado 41 años. Y ni ha habido referéndum, ni tampoco se ha respetado el derecho del pueblo saharaui a elegir su destino. Es más, su situación ha empeorado sobre todo a nivel de derechos humanos y la historia ya apenas interesa a nadie. Es algo marginal.

Se trata, además, de uno de los pocos procesos pendientes de descolonización, y constituye, por ello, un ejemplo de pizarra de lo que es, o mejor dicho, debería ser, el ejercicio del derecho a la libre determinación. Los que aún tienen dudas o traten incluso de escurrir el bulto deben saber que no hay vuelta de hoja: España tiene una considerable responsabilidad en la tragedia de los saharauis.

Nuestro país tiene la obligación jurídica de promover el ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo saharaui, pues es, de iure la potencia administradora del territorio. Como ya señalara la Asamblea General de Naciones Unidas, un Estado no pierde la condición de potencia administradora, ni queda liberado del cumplimiento de las obligaciones que se derivan de ella, por el simple hecho de afirmarlo. Un argumento ya clásico es que Madrid mantiene una posición de ‘neutralidad activa’ ante el conflicto. Pero la neutralidad en Derecho no existe: quien no apoya su cumplimiento, «está apoyando su violación».

Mis conclusiones sobre el Sáhara

Hace cuatro años escribí mi tesina sobre el Sáhara Occidental, en el marco del Máster en Relaciones Internacionales que estudié en la Universidad Complutense, y hoy, con motivo de tan aciago aniversario, os dejo las conclusiones que obtuve entonces y que por desgracia siguen siendo válidas:

Desde el inicio del conflicto en 1975, la situación en el Sáhara Occidental no ha variado significativamente. Si bien el proceso de paz iniciado en 1988 estableció un alto el fuego permanente que se ha mantenido sin graves alteraciones desde entonces, la realidad de una ocupación ilegal se ha ido consolidando a lo largo del tiempo. Hoy las perspectivas de solución siguen siendo mínimas: la única luz al final del túnel es que España asuma sus responsabilidades como potencia administradora.

Sin embargo, tras más de 300 días con un gobierno en funciones no parece que sea el momento adecuado para desviar la atención hacia otros asuntos y mucho menos hacia algo olvidado y enquistado como es el conflicto del Sáhara Occidental. Por tanto, las perspectivas para llegar a una salida son prácticamente nulas.

En lugar de cumplir con sus responsabilidades como potencia administradora, España opta de forma indiscutible por utilizar la cuestión saharaui, de alta carga política en nuestro país, para hacer oposición e intentar desgastar al Gobierno. La defensa del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui es un caso de política de principios, popular ante la opinión pública y un elemento clave para hacer campaña, pero complicada de llevar a cabo en la práctica diplomática del día a día.

“La descolonización del Sáhara Occidental culminará cuando la opinión de la población saharaui se haya expresado válidamente”

Es difícil imaginar que el Partido Popular mantenga actualmente una postura muy combativa en la cuestión saharaui. Simplemente recurrirá a la doctrina internacional que pocos o nulos resultados ha aportado hasta el momento, tal y como se ha venido haciendo en los últimos 41 años. Los partidos siguen apelando al respeto y apoyo absoluto a las acciones y decisiones de Naciones Unidas como justificación última de su postura.

-Cambio de actitud-

Algo que es condición necesaria pero no suficiente. Naciones Unidas debería reconocer que por sí misma, o al menos con los mecanismos dispuestos hasta ahora, no es capaz de encontrar una solución. Dado que el conflicto no se puede perpetuar de manera indefinida, debería optar bien por dar un paso más allá y reforzar su doctrina o por invitar a Marruecos, el Frente Polisario y Argelia a negociar una resolución del conflicto sobre los principios que consideren necesarios para llegar a un acuerdo. Es intolerable que su papel se limite a aprobar resoluciones de forma anual olvidándose del asunto hasta el año siguiente. Si verdaderamente quiere desbloquear el conflicto, se necesita un cambio de actitud y mucha voluntad.

Es difícil imaginar que el Partido Popular mantenga actualmente una postura muy combativa en la cuestión saharaui.

Un deseo que tampoco demuestra la Unión Europea ya que tiende a resguardarse en el remedio de la ayuda humanitaria, permitiendo la supervivencia de los refugiados saharauis, pero apaciguando su conciencia y marginándolo entre las prioridades de la agenda internacional. La posición de la UE es tan falsa como miope. “Falsa porque, pese a pretender ser exquisitamente respetuosa con el Derecho Internacional, lo viola y contribuye a que su violación por el Estado ocupante se perpetúe en el tiempo, sacando además buen provecho de la situación. Y miope porque es evidente que en poco o en nada contribuye a solventar uno de los problemas más graves que sacuden el mundo en este lugar de desencuentro entre Europa y África, entre el mundo occidental y el musulmán”, tal y como apunta Juan Soroeta Liceras.

La actitud de la Unión Europea es especialmente grave y alarmante ya que lejos de contribuir a disminuir la tensión existente en una zona del Mediterráneo de un valor estratégico tan crucial, la alimenta peligrosamente atendiendo a intereses estrictamente económicos, prolongando de forma innecesaria el sufrimiento de un pueblo que arrastra casi cuatro décadas de ocupación militar y exilio.

-«Juguetes en manos de Argelia»-

Al final las expectativas de arreglo han alejado a los saharauis de su derecho a decidir sobre su propio destino. Marruecos no contempla otra solución que no sea su propuesta de 2007. Todo lo que ofrece es un plan lleno de agujeros negros que les otorga las principales competencias y que por encima de cualquier aspecto no da la posibilidad de elegir al pueblo saharaui otra cosa que no sea la autonomía. Rabat enterró tanto las opciones de independencia e integración y ahora sólo tiene ojos para la autonomía, el punto medio entre ambas alternativas, según Marruecos para unos saharauis que son juguetes en las palmas de Argelia y que ya no tienen la decisión en sus manos.

Rabat enterró tanto las opciones de independencia e integración y ahora sólo tiene ojos para la autonomía

El del Sáhara Occidental es uno de los conflictos más antiguos del mundo y uno de los más abandonados. Las cuatro décadas de bloqueo y los casi quince años previos de guerra convencional lo han convertido en uno de los denominados conflictos congelados con apariencia remota. “El Sáhara Occidental sigue siendo algo marginal a los ojos de la Comunidad Internacional pero tiene y seguirá teniendo un impacto negativo en el contexto subregional en el que se ubica. Por todo ello es importante considerarlo como una asignatura pendiente, que pone en entredicho el normal funcionamiento de la Comunidad Internacional junto con los sacrificios humanos y materiales que ha conllevado y que conlleva». Al margen de lo que debería ser y no es, no se puede obviar el altísimo precio que están pagando unos saharauis que tienen que soportar el exilio, el aislamiento y la pobreza.

-Sin referéndum no hay solución-

“La descolonización del Sáhara Occidental culminará cuando la opinión de la población saharaui se haya expresado válidamente”. Estas fueron las palabras que Jaime de Piniés, Embajador de España ante Naciones Unidas, pronunció el 26 de febrero de 1976 coincidiendo con la retirada española. Hoy esas palabras siguen siendo legítimas y es que una resolución del conflicto que no pase por el sufragio universal de los saharauis, y sólo de estos, no será nunca una solución definitiva, sino un mal remiendo.


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