De un municipio de 25 habitantes al mundo

Mes: mayo 2020

Rosa, la pastora zamorana que ayuda a llevar mejor la soledad en las ciudades

Los ganaderos también aportan su granito de arena en la pandemia de coronavirus. Lo hacen con una especie de teléfono contra la soledad. Nadie mejor que ellos sabe lo que es pasar largas jornadas en solitario. Por ello, se están volcando con los más mayores, a quienes hacen compañía, aunque sea en la distancia.  

Dicen que a la soledad se la combate compartiéndola. Por ello, Rosa González, una pastora de Santa Colomba de Sanabria -un pueblo con 50 habitantes en Zamora-, se ha lanzado a dedicar parte de su tiempo y experiencias con quien más solos se sienten en el confinamiento, desde los mayores que viven en sus casas, hasta los ingresados en hospitales o quienes permanecen en residencias de ancianos sin la posibilidad de recibir visitas de familiares y amigos.

Porque si algo saben los pastores es sentir la soledad. Acostumbrados a pasar largas jornadas con la única compañía de sus perros y rebaños, son muchos los que han decidido aportar su granito de arena en la pandemia de coronavirus con esta especie de teléfono contra la soledad. “La gente tiene ganas de hablar, de distraerse y porqué no, de pasarlo en grande con algunas conversaciones”, dice Rosa, que participa como voluntaria en la iniciativa ‘Compartiendo Soledad’, impulsada por la Interprofesional del Ovino y Caprino de Carne (Interovic).

En su caso, ha recibido “por lo menos 10 llamadas”. Cada una no baja de una hora de duración. Mientras pasea con sus cerca de 1.000 ovejas y 18 perros -14 mastines y otros cuatro de carea- por el monte de Santa Colomba de Sanabria, se han puesto en contacto con ella personas de Burgos, Torrejón de Ardoz (Madrid) o Cádiz. “La última llamada fue de una señora que tenía un miedo terrible a contagiarse y que le pasara algo porque estaba sola. Tenía una paranoia terrible”, relata.

A esta mujer, Rosa le dio su número de teléfono personal para que le llamara en cualquier momento del día. Esta fue, de hecho, la historia más especial que ha vivido. “Tenía un miedo que no la dejaba vivir. Y lo entiendo porque la gente mayor ve todo el día las noticias en la tele para ver si se mueren muchos, pocos… Y eso te crea malestar, especialmente en la gente que ha trabajado toda su vida y ahora se encuentra con muertes tan crueles, y ni siquiera pueden estar acompañados por su familia ni despedirse”.

Rosa le animó a que fuera a caminar con unas amigas que vivían cerca en los horarios permitidos, puesto que esta mujer sólo salía lo imprescindible: a hacer la compra y “rápido de vuelta a casa por miedo a coger el bicho”.

“La gente tiene ganas de hablar, de distraerse y porqué no, de pasarlo en grande»

También recuerda a otro señor con el que habló el primer día y volvió a compartir conversación unas semanas más tarde. “Pasé unas risas con él, muy ameno”. Muchos le preguntan a esta pastora zamorana qué tal lleva su trabajo con el ganado, al que ya raparon hace unas semanas dos esquiladores de un pueblo de León “despacio y sin estresar a las ovejas”. Y con otros la charla va surgiendo sobre la marcha: “Yo escucho y ellos me escuchan. Se desahogan, les animas un poco y tiran para adelante”.

La mecánica es sencilla: basta con una llamada de teléfono. ‘Compartiendo Soledad’ es una centralita con la que se puede contactar desde cualquier punto de España de lunes a viernes. A la persona que llama se le asigna uno de los pastores voluntarios. A partir de ahí, descolgar el teléfono permite sentir los sonidos del campo, el balar de las ovejas o una sinfonía de cencerros. A quienes procedan de un pueblo, esta iniciativa les puede ayudar a rememorar su origen rural, si así lo desean, mientras que para los urbanitas supone una oportunidad de descubrir la realidad de quienes caminan guiando a un rebaño.

Una realidad que nada tiene que ver con la de hace 40 años, como explica Rosa, hija de un pastor y que se hizo cargo del ganado que tiene ahora en 2013 tras el cese de explotación de los padres de su marido Alberto. “Yo ahora me voy a casa con mis hijos y mi marido y las ovejas se quedan en una cerca y los perros las protegen. Es una soledad, la mía al menos, no digo la de todos porque cada uno tiene su librillo, que no cambio por estar en una ciudad”. E insiste: “No la cambio por nada. ¿Sabes lo feliz que soy?”.

Su día a día comienza con una visita al ganado. Si ha parido alguna oveja, la aparta del rebaño que después saca al monte las horas necesarias “hasta que se harten”. En realidad, depende de la comida. De hecho, en invierno, hay días que los animales no salen porque no hay pasto suficiente debido a las heladas. Eso sí, cuando hace tanto frío, Rosa tiene un corral preparado, donde pone la comida a sus ovejas para que “por lo menos no estén encerradas siempre y puedan moverse a su antojo”.

Tras un rato encerrados a mediodía, Rosa vuelve a sacar a los animales por la tarde. Una vez que han recibido su segunda ración de comida, se va para casa. Como bien recuerda, “el ganado no entiende de festivos ni de pandemias”.

Hablando de pandemias, si en algo ha cambiado la vida de Rosa es que ahora, además de su trabajo con el ganado, también tiene que hacer los deberes con sus tres hijos, especialmente con la pequeña. El día se le queda corto. Por suerte, en Santa Colomba de Sanabria cuentan con una buena cobertura de internet, lo que les permite asistir sin problemas a las clases online. “Por si acaso tengo tres wifis. Se nota un montón en la pandemia, me lo agotan echando leches, y más haciendo deberes”, cuenta.

Ella espera que esta situación sirva para fomentar el consumo de productos locales y “valorar lo nuestro”. Mientras, a quien así lo desee, Rosa le aguarda al otro lado del teléfono. La encontrarán aquí: 910027479.

Cuando el aforo para ir a misa supera a los habitantes del pueblo

En Ciruelos de Cervera, podrán volver a la iglesia un máximo de 30 personas, según los límites que recoge el plan de desescalada. No habrá riesgo de incumplimiento: durante el año apenas viven 23 habitantes (y no todos son practicantes).

Iglesia parroquial de San Sebastián. Foto: Mónica Núñez.

Ciruelos de Cervera (Burgos) -y no sólo Madrid y Barcelona- empieza a recobrar algo de “normalidad” pese a seguir en la fase 0. A partir del fin de semana, el pueblo recuperará las misas después de dos meses de confinamiento por el coronavirus. Y lo hará, tal como ha establecido el Gobierno, con ciertos límites.

El BOE recoge la apertura de templos con una afluencia máxima de un tercio del aforo. Esto se traduce en que un máximo de 30 personas podrá asistir al regreso de “Don Daniel”, como conocen los vecinos al párroco, al consultorio. Porque sí, en Ciruelos las misas se celebran en el mismo edificio que alberga el consultorio médico. Sólo en verano tienen lugar o bien en la Iglesia de San Sebastián o en la Ermita de la Virgen del Carmen.

El caso es que este límite no será ningún problema. Más bien, resulta paradójico. Apenas 23 personas viven todo el año en Ciruelos, de un total de 98 empadronados. Y no todos se dejan caer los domingos por misa. De hecho, la asistencia media ronda entre las seis y ocho personas.

El cura, que se ha encargado de distribuir un mensaje para que los siete pueblos en los que da misa tengan claras las normas, recuerda que las personas que formen parte de algún grupo de riesgo deben seguir en casa y escuchar el rito por televisión, lo que reduce aún más el número posible de asistentes.

Si en Ciruelos el límite está en 30 personas, en Hortezuelos y Briongos de Cervera se sitúa en 25; en 40 en Espinosa de Cervera y Santa María de Mercadillo; y en 100 tanto en Baños como en Hontoria de Valdearados.

La médica y la enfermera llevan más de dos meses sin pasar consulta

Los preceptos no quedan ahí. También será obligatorio el uso de mascarilla. Ahora bien, si la médica y la enfermera llevan más de dos meses sin pasar consulta en Ciruelos, algunos vecinos no disponen de vehículo y sus hijos -muchos viven en otras provincias- tampoco pueden visitarles, ¿cómo van a conseguir mascarillas?

De momento, regresa el cura, pero no el médico. Hay prioridades y prioridades en esta “fase 0,5”. O lo que es peor, además de la España vaciada es también la España abandonada. 

“Don Daniel” se despide señalando que se tiene que entrar y salir de la iglesia de uno en uno y guardando las distancias. Vamos, que cuando acabe la misa cada uno a su casa. Nada de quedarse hablando a la puerta del consultorio. En este caso, como no hay pila, se evita la tentación de usar el agua bendita, también prohibida.

Tampoco habrá cantos durante la misa ni procesiones. Así que la fiesta de la Cuesta en Espinosa de Cervera, del 23 de mayo, y la Virgen de la Vega, el 20 de mayo en Santa María de Mercadillo, quedan canceladas.

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