Al final, la felicidad residía en algo tan sencillo como cuatro ruedas y un motor. Al menos la de Alejandra Plazio. Después de muchos años trabajando ‘encerrada’ en clínicas veterinarias, decidió poner en marcha su propio proyecto profesional: Go Vet, un servicio a domicilio con el que va de pueblo en pueblo. Y lo hace equipada con todos los aparatos necesarios para realizar desde las pruebas diagnósticas más sencillas hasta cirugías más complicadas. Todo para facilitar el bienestar y la comodidad tanto de los animales como de sus dueños. En su equipaje también hay hueco para una gran sonrisa, la de alguien que ha encontrado su sitio en el medio rural. 

Dicen que la felicidad no es un lugar, sino un camino. Alejandra Plazio ha elegido una furgoneta para transitarlo. En su caso, el periplo tiene un carácter eminentemente rural porque, tal como reconoce esta joven veterinaria de 33 años, ha encontrado su sitio recorriendo cada uno de los pueblos de la provincia de Burgos. Y lo hace para atender a todo tipo de animales a domicilio.

Después de muchos años trabajando en distintas clínicas veterinarias, decidió cambiar de rumbo. Se sentía encerrada entre cuatro paredes cuando ella se había decantado por estudiar esta carrera para estar en el campo. El coronavirus le acabó de dar el último empujón. Tras un par de meses en ERTE, en mayo se quedó sin trabajo. Los meses siguientes fueron de «mucho estudio», de reciclarse, de ponerse al día… y de que la idea que tenía en mente desde hace bastante tiempo, terminara de germinar.

«Necesitaba crear algo, encontrar mi sitio», cuenta Alejandra. Ese algo y ese sitio responden a dos palabras: Go Vet, un servicio veterinario a domicilio que nace de la unión de dar respuesta a unas necesidades personales y vocacionales, y también por las ganas de facilitar los servicios veterinarios a quienes tienen animales.

«Me di cuenta de que en algunas circunstancias, ir al veterinario es un trastorno. Trasladarse a una clínica supone subir al coche al animal. Los gatos, por ejemplo, lo pasan muy mal saliendo de casa. Los perros a veces se marean y vomitan, van llorando todo el camino… A ello se suma que las clínicas en Burgos tampoco están en calles donde se pueda aparcar fácilmente», relata, sin olvidarse del tiempo de espera, ahora convertido «en calle de espera» por la covid. Así pues, un elemento, más otro, más el anterior llevaron a Alejandra a apostar por su propio proyecto profesional.

Aunque apenas lleva unos meses circulando con su furgoneta, desde octubre, no puede estar más contenta. «Hay que ser valiente. Veo a mucha gente en mi profesión que se tiran buena parte de su vida amargados por no ser un poco más valientes. No quiero hacerme rica con el trabajo, quiero vivir feliz», subraya Plazio, madrileña de nacimiento pero burgalesa de corazón. De hecho, se trasladó a Burgos con siete años ya que a sus padres les destinaron por trabajo y asegura que no lo cambiaría «ni por todo el oro del mundo». También ha vivido en Palencia, Córdoba y León.

Entonces, ¿cómo funciona Go Vet? Basta con una llamada, un correo o un mensaje por redes sociales. Alejandra se desplaza allí donde la llamen. Por ahora, está trabajando mucho en el Alfoz y también se ha trasladado a localidades como Castrojeriz, Pampliega o Pradoluengo. Con todo el equipamiento que lleva en su furgoneta, puede hacer «prácticamente cualquier tratamiento que se realiza en una clínica estándar: desde procedimientos sencillos como vacunas, desparasitaciones o revisiones. También pruebas diagnósticas, como radiografías, ecografías, analíticas de sangre, orina y heces».

«No quiero hacerme rica con el trabajo, quiero ser feliz»

Pero no sólo eso. Cuenta con un oftalmoscopio para poder «hacer un buen examen de las estructuras oculares y del conducto auditivo». Y sí, en la furgoneta también realiza cirugías. De momento, poco invasivas. No obstante, está a la espera del equipo anestésico para hacer otras algo más largas en la unidad móvil.

Como ella misma recalca, todos estos tratamientos se pueden llevar a cabo dentro de los domicilios ya que los aparatos son portátiles y la sonda, por ejemplo, dispone de su propia batería. «Si vas a vacunar a un gato, lo que quiero es que esté en su casa y se sienta cómodo», dice. Si se dan circunstancias especiales o el cliente prefiere que no entre en su casa, entonces opta por la unidad móvil.

Alejandra reconoce que le costó «mucho» encontrar un vehículo que se ajustara a su presupuesto y que no fuera demasiado antiguo. Después, modificó los muebles de almacenaje, hizo la instalación eléctrica para todos sus aparatos de laboratorio, diseñó una mesa de acero inoxidable a medida e instaló una placa solar «para que aguante todo el gasto que se necesita cuando está todo arrancado». «Me lo he inventado. Todo está diseñado a mi medida y mi gusto», aplaude.

Entre una explicación y otra, Plazio recibe la llamada de un cliente. Se trata de un señor de Tomillares. Va en silla de ruedas y tiene a su perro, un pastor alemán, enfermo. Alejandra le hace todo tipo de preguntas. Y, sobre todo, le escucha y le calma. «No me importa estar hablando una hora con un señor para que me cuente sus preocupaciones», admite. A fin de cuentas, Go Vet es más que un servicio veterinario al uso. Le permite un trato mucho más cercano, más personal. Conoce al animal, al dueño, las circunstancias que les rodean… «Eso me nutre», remata con una sonrisa que no le cabe en la boca.

En esta línea, aprovecha para desterrar los estereotipos que aún hoy pesan sobre el medio rural. «Muchas personas creen que los animales en los pueblos están desatendidos o que sus dueños no quieren gastarse el dinero en ellos. Hay una imagen muy equivocada», advierte, para añadir: «Tú les proponer ir y cuidarlos y están encantados. La gente de los pueblos sí se preocupa por los animales y si se tienen que gastar el dinero lo hacen, ya no te digo si son animales para el trabajo. Lo que pasa es que hasta ahora para encontrar a alguien que los atendiera era complicado o imposible en muchos casos». De ahí el porqué de su negocio. De ahí su pasión por lo rural. Pero, sobre todo, de ese camino hacia el bienestar: «Muchos días vuelvo a casa a las 11 de la noche cansada. Pero nunca había sido tan feliz en el trabajo».