Sebastián Martínez, natural de Ciruelos de Cervera, lleva muchos años volcado en la elaboración del árbol genealógico tanto de su familia como de su pueblo. En pleno confinamiento, compuso el siguiente relato, que transcurre entre 1743 y 1822 y que tiene como protagonistas a Manuela Carpintero Munguía y Melchora Eraso Carpintero. La idiosincrasia de los patarrubios, como se conoce coloquialmente a los naturales de Ciruelos, no se entendería sin la hermana de un cura que llegó al municipio procedente de Covarrubias. «Para llegar donde estamos, han intervenido diferentes familias. Todas han sido necesarias para ser lo que somos», subraya Martínez.
La parroquia de San Sebastián de Ciruelos de Cervera quedó vacante por fallecimiento de su titular, D. Andrés Araúzo Monje. Esto sucedía el año 1742.
El nuevo párroco asignado fue D. Matías Carpintero Munguía. Él y su familia procedían de Covarrubias. Acompañándolo vinieron a Ciruelos de Cervera a vivir. Fueron Manuela Carpintero Munguía y su marido, Manuel Eraso Ortiz.
Los párrocos, cuando se incorporaban a sus nuevas parroquias, acostumbraban a llevar a familiares suyos que los atendían en sus quehaceres y vivían con ellos.
El matrimonio de su hermana Manuela Carpintero Munguía estaba en edad de procrear y aquí nacieron sus hijos. En Ciruelos nació Melchora en el año 1748, María en 1751, Domingo en 1755, Damián en 1757 e Isabel Úrsula en 1761.
En aquellos años las formas de acordar matrimonios eran muy diferentes… con 12 o 13 añitos ya podían casar, así que nuestra joven Melchora Eraso Carpintero pronto fue casadera: con 15 años ya la casaron con un joven mozo de 21 años de edad, natural de Ciruelos de Cervera, pero residente en Santa María del Mercadillo. Él se llamaba Manuel y era hijo de Pedro Hernando Abejón, natural de Ciruelos de Cervera, y María Palacios Hernando, natural de Mercadillo. Llenos de juventud y vitalidad, Manuel y Melchora se casaron en el año 1763 en Ciruelos de Cervera.
Pedro Hernando Abejón y María Palacios Núñez habían contraído matrimonio en Santa María Mercadillo en el año 1729. Después de 20 años de vida en Ciruelos de Cervera y 9 hijos, se trasladan a Mercadillo a vivir, donde tuvieron tres hijos más. Allí fallecen en 1777 y 1790 respectivamente, no sin antes haber dejado en sus testamentos una manda de misas a la Virgen del Carmen y Jesús Nazareno de Ciruelos de Cervera. Su estancia en Ciruelos les marcó la vida y enviaron unas oraciones de recuerdo a la hora de abandonar este mundo, a celebrar en la iglesia de Ciruelos de Cervera.
Melchora vio arder medio pueblo de Ciruelos de Cervera en la guerra de los franceses
Pedro Hernando Abejón era hijo de Blas Hernando Núñez y Agustina Abejón, aquel que tiene grabado su nombre en la fuente de la ermita y que dice así: «Esta portada se hizo siendo teniente de alcalde Blas Hernando. Año 1703».
Manuel Hernando y Melchora Eraso se casaron en el año 1763 en Ciruelos de Cervera y tuvieron una vida movida, su fortaleza y su juventud empujaba a vivir la vida como entonces se hacía. Melchora, con sus 15 años al casar, no se amedrentó ante lo que suponía su corta edad para empezar a parir. Dieciocho partos la tuvieron entretenida en su joven y dilatada vida, pero desgraciadamente, como entonces sucedía con mucha frecuencia, los niños que nacían no tenían su supervivencia fácil: de sus cuatro primeros hijos ninguno supero los veinte meses de vida. En el año 1770 nació Antonio, que vivió larga vida. Después, en 1771 nació Manuel, que no superó el año de vida. En 1772 nació otro Manuel, que fue cura en Santa María del Mercadillo hasta el año 1804 que falleció en la peste que asoló dicho pueblo. De los ocho hijos que nacieron después del año 1772 solo sobrevivieron Juana, que nació el año 1779, e Isabel, que nació en 1782 y que con el paso del tiempo casó con Antonio Martínez Núñez, en 1802.
Estaba el pueblo en sus continuos trajines y dentro de la religiosidad que entonces se vivía, se habían enfrascado en poner suelo fijo en su iglesia, que hasta entonces era de tierra pisada. Añadamos a esa circunstancia el hecho de que se enterraba en su interior, abriendo las fosas en su suelo y eran muchas las que se abrían al año. En estas circunstancias se desenvolvían. Así que cabildo y cofradías del pueblo se pusieron de acuerdo para adoquinar la iglesia, que así se denominaba esta obra. El párroco D. Matías Carpintero también se comprometió a ayudar.
Reunidos concejo y cabildo a toque de campana tañida el día 11 de mayo de 1767 acuerdan: «La necesidad de adoquinar el cuerpo de la recordada iglesia es grande así por su decencia como por el polvo que resulta a sus retablos y como también lo es en extensión de los caudales que gratuitamente han ofrecido sus vecinos». Era mayordomo Manuel Martínez.
Cabildo y cofradías del pueblo se pusieron de acuerdo para adoquinar la iglesia en 1767
Acordaron adoquinar el cuerpo de la iglesia con baldosas de tierra cocida, formando 90 sepulturas, por un valor de trescientos ducados de presupuesto. Pasados unos días maduraron el proyecto y cambiaron la idea del tipo de suelo: lo pondrían de piedra. Los vecinos se ofrecieron a acarrear los materiales los días festivos.
Mientras trabajaban en el adoquinado, hechas 28 sepulturas, murió inesperadamente el párroco D. Matías Carpintero. Era el año 1767 y fue enterrado en la capilla del Nazareno. Y aquí se cortó la progresión de la obra, que no se reanudó hasta que se solucionaron los muchos problemas económicos que se dieron.
Manuela Carpintero Munguía, como albacea de su hermano cura, tuvo que enfrentarse a la solución de algunos problemas derivados del testamento de su hermano en referencia al apoyo económico que su hermano había prometido a la obra del adoquinado.
Otra vez el cabildo hubo de tomar decisiones y dicen: «En la villa de Ciruelos de Cervera y en sus casas consistoriales a 20 de enero del 1768, estando juntos la mayor parte de sus vecinos a repique de campana, acuerdan tirar la obra hacia delante ante la indecencia que muestra la iglesia con la obra parada». Se vuelven a ofrecer los vecinos para portar materiales: piedras, cal, madera, serrar piedras y todos ellos son los vecinos que allí firman. Firman 18 vecinos.
El pueblo se ha ido llenando de nietos, bisnietos, tataranietos y…..retataranietos con el apellido Martínez
No fue hasta el día 13 de noviembre de 1779 cuando se dan por concluidas las obras del adoquinado. Salieron 105 fosas, más pequeños aprovechamientos de espacios en sus extremos. ¡Se había construido un gran cementerio! (En el año 1833 se dejó de enterrar en su interior).
Mientras tanto nuestra anfitriona, Melchora, fue teniendo hijos hasta concretar los quince partos en el año 1786. Desgraciadamente, en 1786 sufrió tres fallecimientos, en corto espacio de tiempo en su familia directa: murieron el 30 de agosto su hijo Sebastián de tres añitos; el 8 de septiembre su último hijo, León, recién nacido; y el 17 de septiembre su marido Manuel Hernando Palacios. Recordemos que de estos 15 partos solo la sobrevivieron cuatro hijos: Antonio, Manuel (el cura), Juana e Isabel.
Dos años duró la viudedad de Melchora. En el año 1788 se volvió a casar con otro vecino del pueblo llamado Esteban Hernando Rojo. De este matrimonio volvió a tener tres hijos: en 1789 nació Domingo, en 1791 Vicenta y en 1792 Josefa. Y tenemos los dieciocho partos. Tanto sufrimiento para solo añadir un sobreviviente más. Dieciocho partos y solo cinco hijos salieron adelante. ¡Cuánto dolor! Solo Vicenta vivió la vida de estos tres últimos nacidos. Melchora debió tener una fortaleza de hierro. Había nacido el año 1748 y murió 1822. Fue enterrada en el interior de la iglesia, nave mayor fosa 12. Una gran fosa para una gran dama. ¡Vio arder medio pueblo de Ciruelos de Cervera en la guerra de los franceses! Y la dureza de los años posteriores.
Pero nos dejó algo sin lo cual la mayor parte del pueblo no sería lo mismo. Recordemos que venía de Covarrubias. Nos dejó a Antonio, Juana, Isabel y Vicenta como descendencia suya. Así pues Manuela Carpintero como abuela y Melchora Eraso como madre intervinieron o han intervenido directamente en la futura amalgama de familias que forman hoy nuestro pueblo. Y fue así:
Antonio Hernando Eraso se casó con Manuela Martínez Hernando. Fruto de este matrimonio nació Indalecio Hernando Martínez, que en el año 1821 y en segundas nupcias, se casó con Petra Álamo Hernando. Indalecio y Petra, entre varios hijos, tuvieron a Juan Hernando Álamo en el año 1830, que se casó con Francisca Nebreda Martínez y tuvieron una descendencia con la que llenaron el final del siglo XIX y el siglo XX de Hernandos. De aquí nacieron en 1853 Clotilde Hernando Nebreda, que se casó con Victoriano Martínez del Cura el año 1877; en 1857 nació Aureliano Hernando Nebreda, que se casó con Eustaquia Peña Martínez en 1883 y con Gregoria Portugal Domingo el año 1916; en 1860 nació Félix Hernando Nebreda, que se casó con Antonina Martín Martínez en el año 1888; en 1865 nació Petra Hernando Nebreda, que se casó con Pedro Giménez Peña eln e año 1890; en 1871 nació Melchor Hernando Nebreda, que se casó el año 1894 con Ana Giménez Peña y en segundas nupcias con Modesta Aragón Arribas; en 1874 nació Santas Hernando Nebreda, que se casó también con Pedro Giménez Peña en el año 1897. Y la mayor parte de Ciruelos de Cervera ya conoce a su descendencia o recuerda sus nombres. Toda una saga de antepasados: ¡Los Hernando!
Para llegar donde estamos han intervenido diferentes familias, todas han sido necesarias para ser lo que somos
Juana Hernando Eraso se casó con Dionisio Martínez Álamo en 1793 y de una larga familia de 13 hijos solo salieron adelante tres. Una de ellas fue Ana Martínez Hernando, quien en 1829 se casó con Leoncio Peña Martínez. De Leoncio y Ana Martínez Hernando nació en 1835 Felipa Peña Martínez, que al pasar de los años, en 1857 se casó con Nicasio Giménez Arribas. Aquí tenemos a todos los Giménez de Ciruelos de Cervera. En el año 1861 nació Damián Giménez Peña, que se casó en 1883 con Antonia Aragón Hernando; Pedro Giménez Peña nació en 1864 y se casó en primer lugar con Rosa Martínez Martínez y después con las hermanas Santas Hernando Nebreda y Petra Hernando Nebreda, respectivamente; Esteban Giménez Peña nació en 1871 y se casó con Petronila Martínez Giménez eln e año 1894 y en segundas nupcias con Paula Ortega Llano, en 1912. Y aquí tenemos a todos los antepasados Giménez de finales del siglo XIX, del siglo XX y XXI. ¡Los Giménez!
Isabel Hernando Eraso se casó en el año 1802 con Antonio Martínez Núñez, de cuyos vástagos sólo dos casaron. No ha llegado descendencia a estas fechas posteriores, se malograron.
Vicenta Hernando Eraso fue hija del segundo matrimonio de Melchora Eraso. Vicenta se casó en el año 1807 con Mateo Martínez Araúzo y este matrimonio, increíblemente, sólo tuvo un hijo llamado Pelayo, que nació en 1808. Pelayo casó con Petronila Martínez Martínez y este matrimonio volvió a la rutina de las grandes familias: 14 partos fueron el fruto de esta pareja de los cuales solo tres sobrevivieron, tres que sirvieron para abastecer a Ciruelos de Cervera de Martínez. Pelayo y Petronila fallecieron en la peste de cólera del año 1855. La gran mayoría de Martínez descendemos de los Pelayos, su descendencia ya nos es más conocida, si te hablaron de ellos los abuelos. Ellos fueron el Hilario, que se casó en el año 1855 con Juana Álamo Martínez; el Juan que se casó con Leta Martínez Arribas en el año 1870, y el Mateo que se casó con Secundina Giménez Arribas en 1870. El pueblo se ha ido llenando de nietos, bisnietos, tataranietos y…..retataranietos ¡Martínez!
Me gustó esta historia a medida que iba vislumbrando su potencial genealógico, de cómo la hermana del cura, venido de Covarrubias, y la sobrina, se habían integrado y formado parte de un pueblo que cuando llegaron a él lo encontrarían distante, ajeno, extraño. En los 21 años del curato de Matías, arraigaron, procrearon y posteriormente fallecieron también en él.
He intentado hacer ver que para llegar donde estamos han intervenido gentes de diferentes familias. Todos han sido necesarios para ser lo que somos, para configurarnos. No podemos infravalorar ni sacar a ninguna persona, pues no seríamos lo que somos. Ahí tenemos un tejedor de Nebreda, un boticario de Vilviestre, un labrador de Mercadillo, un pastor de Tejada, otro de Briongos de Cervera, otro de Barriosuso, un albañil de Álava, un herrero de Castroceniza, la familia de un cura de Pineda, otra de otro cura de Covarrubias y más curas, una familia de maestros de Lerma, zapateros, carpinteros y en los últimos años secretarios, médicos, maestros, tenderos, guardia civiles, forasteros de la inmigración…
Y el día de las morcillas y los torreznos disfrutamos enormemente todos de nuestro pueblo y hemos hecho tradición, como nuestros abuelos, en la procesión de San Roque, que a todos nos enorgullece. ¡Idiosincrasia de PATARRUBIOS!