De un municipio de 25 habitantes al mundo

Categoría: Sociedad

Félix no tiene con quién pasear

El suicidio demográfico es una realidad en la localidad burgalesa de Ciruelos de Cervera. Su habitante más longevo cree que en dos años desaparecerá el pueblo. “En la España de toda la vida abundaban los niños y predominaban las familias numerosas. No éramos un país rico, pero vibrábamos de vida. Así fue hasta hace un cuarto de siglo o poco menos. Ahora vivimos en un país donde cada vez se peinan más canas y en el que la chiquillería brilla por su ausencia».

Félix tiene 85 años. Nació un 2 de mayo en Ciruelos de Cervera, Burgos. La Segunda República apenas tenía 18 días de vida. Es, o mejor dicho era, el sexto de ocho hermanos. Después matiza: el octavo de diez. El primero de la saga falleció con tan sólo tres meses y al segundo se lo llevó un ataque de meningitis a los siete años. Mientras bebe una manzanilla en pequeños sorbos recuerda que, según le contaron, nació en su propia casa y que durante el parto su madre recibió la ayuda de «la Isidora, la madre del Mauro».

Actualmente, sólo su hermano Pancracio, de 82 años, y él viven. Apenas coinciden unos días al año, casi siempre en verano, cuando éste se escapa de Barcelona. «Esta vez le vi bastante bien, oye», dice tras aclarar que hace un tiempo estuvo «entre Pinto y Valdemoro» por una afección en el hígado. Él, por su parte, apunta que siempre merienda un yogur a las siete de la tarde y que no come mucho porque «no es bueno». En su dieta no faltan las judías una vez a la semana y el pescado para la cena: «Me mantengo entre 80 y 81 kilos».

«En dos años este pueblo desaparecerá, nadie tiene ilusión por él»

Félix es también el más longevo de todo el pueblo. Allí vive los 365 días del año. Hoy, aquel chaval que creció rodeado de 70 mozos pasea sólo por las calles de Ciruelos. Lamenta no tener con quién hacerlo, al menos en invierno, cuando el municipio no supera los 25 habitantes. Asegura que está «aburrido» de ver la televisión pero si hay una película del oeste no la perdona. «Muchas veces estoy solo y no tengo con quién hablar», continúa para poco después soltar su premonición: «En dos años este pueblo desaparecerá, nadie tiene ilusión por él». Puede que no le falte razón. Al menos las estadísticas están de su lado. Los últimos datos del INE, publicados esta semana, revelan que en el primer semestre del año vinieron al mundo 1.305 burgaleses y fallecieron 1.926. «Todo tiene un principio y un final en esta vida y hay que llevarlo lo mejor que se pueda», dice al tiempo que apura la manzanilla.

Abril del 48

Mientras tanto, prefiere hablar del pasado. Dice que recuerda mejor lo que sucedió hace 70 años que lo que hizo ayer. Y da buena muestra de ello. Recupera su época de estudiante en una escuela, la de Ciruelos, en la que había cerca de 40 mozos y unas 50 mozas. La melancolía vuelve a apoderarse de él: «Fíjate y ahora nadie». Él, uno de los pocos solteros de entonces, habla incluso de que «alguna vez sí tuvo novia» pero aquello no cuajó. Cambia rápido de tema. Evoca otros episodios. Y sin saber muy bien porqué se arranca a hablar sobre el fuego que arrasó la pedanía de Briongos. «Estábamos el Apro y yo tomando el sol fuera del corral cuando apareció el Clemente con la bicicleta para avisar de que había fuego. No sabíamos si creerle porque entonces lo decían muchas veces aunque fuera mentira».

En el primer semestre de este año vinieron al mundo 1.305 burgaleses y fallecieron 1.926, según el INE

Ambos decidieron poner rumbo hacia Briongos. A pata, eso sí. «Adelantamos a la Toribia y a la Lauren que iban a lavar la ropa y llegamos los primeros», dice haciendo alarde de su memoria. Y continúa: «Allí estaba el Hilario, que nos tiró por la ventana unas alubias, tampoco muchas, y después le dijimos que saltara él porque si no iba a arder. Después fuimos a la casa del tío Sotero y antes de tirarse nos echó unos garbanzos y unas sartas de chorizos». Tampoco pasa por alto que «el Piano» y el tío Sotero se subieron al tejado o que el maestro se desplazó en macho hasta Oquillas (a unos 20 kilómetros) para llamar a los bomberos. «Tardaron, por lo menos, tres horas en llegar». El fuego arrasó el 75% del pueblo. Fue un 6 de abril de 1948.

«Los curas eran terribles»

Accidentes al margen, también tiene tiempo para hablar de las juergas que se corrían de jóvenes. «Algunos las preparaban de mil hostias», espeta. Habla del Carnaval y de que nunca llegó a disfrazarse porque estaba prohibido. En una ocasión, cuenta, el cura arrancó las máscaras «a tortazos» a una cuadrilla que se saltó el veto y después el alcalde les impuso como arresto que le llevaran «un viaje de leña». Por si hubiera dudas se encarga de mencionar que lo partían con hacha, «no como ahora», y de lanzar una pulla a la Iglesia: «Los curas de entonces tenían un poder terrible».

Vuelve a mirar el reloj. Son las siete menos cinco. Ya lo había advertido. Siempre merienda a en punto. Se planta el gorro y muleta en mano se acerca hasta la barra para dejar la taza de manzanilla ya vacía. «Hasta otro rato».


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Contra la violencia de género: educación

Carmen le plantó cara. Isabel también dio el paso. Raquel le dijo adiós al miedo. Y Daniela decidió que no aguantaba más. Son testimonios positivos, mujeres que han ganado la batalla a la violencia de género. No se consideran víctimas sino supervivientes y sobre todo, un activo para alcanzar la tan ansiada igualdad. ¿Su fórmula? Educar en gestos pequeños y cotidianos. Hoy se celebra el Día Internacional de la Eliminación de Violencia contra la Mujer.

Flickr: Anna Pallarès | CC BY-NC-ND 2.0

“Es muy gratificante ver cómo damos vida a las mujeres, porque cuando llegan, lo hacen por los suelos”. Son palabras de Carmen Vidoera, de la Fundación Ana Bella. Ella sabe bien lo que es la violencia de género, la sufrió en sus propias carnes durante unos años que le parecieron siglos. Hoy, esta lacra que se ha cobrado la vida de 866 mujeres en los últimos 13 años en España, ya forma parte de su pasado. “A la larga todas lo superamos. Aunque es algo que siempre va contigo, te haces fuerte”, dice esta andaluza que se separó con 49 años después de 30 de matrimonio. Cuenta también que su marido nunca le dejó que trabajara para frenar su independencia y que lo suyo fueron malos tratos psicológicos: «Fui yo la que decidí que no aguantaba más porque ya no veía otra salida que la muerte”.

Actualmente, Carmen es secretaria de la Fundación Ana Bella y ayuda a que otras mujeres superen la violencia de género como ella misma fue capaz de conseguirlo, con un testimonio positivo. “No puedes llorar toda la vida por lo que te ha pasado. Hay que mirar la parte positiva, ahora nosotras tenemos una capacidad especial para el lenguaje no verbal”, dice con voz firme al otro lado del teléfono. “Tu vida es tuya y puedes hacer lo que tú quieras. La vida es muy bonita viviéndola como tú la quieres vivir y no como te impongan”.

“Muchos hombres siguen creyéndose que son la última palabra a la hora de imponer una orden”, sostiene Miguel Lorente

La suya es una fundación que trata de empoderar a mujeres supervivientes de violencia machista para que actúen como agentes de cambio social hacia la igualdad. En sus ocho años de existencia, han atendido a un número incalculable de mujeres. Por teléfono, personalmente o por correo electrónico. “Ven que tú también lo has pasado y estás luchando, eso las anima muchísimo. Tenemos empatía, tratamos de escucharlas y si no tenemos tiempo, hacemos por tenerlo porque cuando esa mujer viene es porque en ese momento necesita que la escuchen”, cuentan desde la Fundación.

No entiende de excepciones

La violencia de género no hace distinciones. Nada tiene que ver con pobreza o riqueza. En su manifestación de violencia económica o psicológica se da en toda clase social y sector. Se ejerce porque algún hombre no quiere que su mujer decida dirigir por sí misma su propia vida. Es una cuestión de posesión. Las cifras son escalofriantes. El número de denuncias en el último lustro rondó las 600.000. Sin embargo, de cada diez mujeres que mueren a manos de su pareja, siete u ocho no habían denunciado. “Quizá por presiones, por dependencia económica o emocional, por miedo, por no confiar en la administración de justicia…”, según la presidenta del Observatorio contra la Violencia del Consejo General del Poder Judicial, Inmaculada Montalbán.

“Existe una bolsa oculta de maltrato que no acaba de emerger. Los agresores juegan con el factor sorpresa, y eso no se puede evitar”, añade Montalbán en referencia a la Ley Integral contra la Violencia de Género. Y es que seis años después (estas líneas se escribieron en el verano de 2012), persisten fallos en la protección de quienes sí dieron el paso, pero vieron cómo sus agresores quebrantaron el alejamiento sin el consentimiento de la víctima. Sin embargo, Montalbán no duda en aportar un rayo de luz y esperanza. “Vamos por el buen camino. Nada tiene que ver el escenario actual en la lucha contra la violencia de género y en avance de derechos de la mujer con lo que había en la década de los 80”. Un mérito que, en palabras de la portavoz del CGPJ, pertenece a la sociedad española y a los medios de comunicación por dar voz e imagen a las víctimas y situarlo en la agenda como problema público.

«La vida es muy bonita viviéndola como tú la quieres vivir y no como te impongan», dice una superviviente

Lo fundamental, según los expertos, es intervenir en la fase de prevención. Desde muchos ámbitos, y evidentemente también desde la educación. Puede que no sea la solución a todos los males pero sí una poderosa arma a disposición de las personas. Pese a haber contribuido a generar desigualdades de género unida a la tradición y cultura, es también el medio para llegar a una igualdad más que deseada, necesaria. Una educación basada en las cosas pequeñas y cotidianas, en no reírse, por ejemplo, de chistes machistas. “Se empieza con la educación de los niños desde pequeños y después se logra el compromiso de los jóvenes”, apuntó Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres.

“Estar acostumbrados a la violencia pasa factura. Cuando un niño pequeño pega a una niña, normalmente, la respuesta que encuentran es que a las niñas no se las pega. No, a las niñas no se las pega, ni a los niños tampoco”, expone Mónica Núñez, educadora social de Mensajeros de la Paz. Así, continúa: “Cuando son dos niños los que se pegan de pequeños o se insultan, muchas veces son jaleados e incluso sus familiares lo toman como un juego y se ríen; pero cuando esos niños llegan a la adolescencia o a ser adultos y continúan pegándose, ya nadie se lo toma a risa, empiezan los problemas”.

¿Dónde están los machistas?

“En la clandestinidad, disfrazados, mimetizados con el ambiente. Pero por todas partes”, sintetiza Enrique Gil Calvo, sociólogo y autor del libro El nuevo sexo débil. Lo que sucede, sostiene, es que el machista posmoderno es impecable en sus formas. Usa guantes y no deja huellas. Practica un machismo condescendiente. “Muchos hombres siguen creyéndose que son la última palabra a la hora de imponer una orden”, sostiene Miguel Lorente Acosta, médico forense y profesor de la Universidad de Granada. “Hemos cambiado pero no lo hemos hecho en lo esencial. Tenemos que ser más críticos y más profundos en los cambios”, asiente el que fuera delegado de gobierno para la Violencia de Género.

Defiende que los maltratadores deben saber que no hay impunidad, que los malos tratos no se toleran y señala como prioritario trabajar con ellos para evitar que reproduzcan situaciones similares con la misma u otra pareja.

¿Cómo potenciar una educación igualitaria?

Es la pregunta del millón y propuestas no le faltan. Es un trabajo en equipo, de todos y todas para todos y todas. Abarca a centros escolares, núcleos familiares, medios de comunicación, política, sociedad… Es como el aire que respiramos, está presente en todos los ámbitos. Las proposiciones van desde el cuestionamiento de ciertas conductas que aún permanecen en el aula hasta nuevas asignaturas.

«Hemos cambiado pero no lo hemos hecho en lo esencial. Tenemos que ser más críticos y más profundos en los cambios”, dice Lorente

“Veo necesario que se empiece a impartir una asignatura de Educación Igualitaria que además debería ser obligatoria. Puedes enseñar a analizar una frase o aprender miles de teoremas, pero no tener ni idea de saber tratar a las personas, y lo que es peor, considerarles como inferiores y encima verlo normal”, apuntala Núñez, educadora y especialista en temas de igualdad social. “No tiene sentido que se premie y califique la inteligencia de una persona y no estar formándola como tal, nadie se esfuerza por enseñar a ser persona”, sostiene al tiempo que añade que se debería potenciar esta asignatura como principio base de cualquier programa educativo.

De potenciar una educación igualitaria, también sabe mucho el Instituto de la Mujer que publica guías de sensibilización e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Otra opción destacable son las guías de lenguaje no sexista desarrolladas por Universidades. “Sé que a muchas personas les parece estúpido distinguir entre masculino y femenino, pero yo le doy mucha importancia a saber utilizar un lenguaje no sexista y seguiré utilizándolo porque me identifico con ello”, afirma Mónica Núñez, quien recomienda a Nunila y su libro Cuentos para antes de despertar.

Educación también en lo digital

La violencia contra las mujeres se encuentra en todas las esferas de nuestra sociedad, y lo digital no es una excepción. Fórmulas como el menosprecio o el abuso se intensifican por el factor del anonimato en las redes sociales, algo que puede dejar a los maltratadores en la impunidad. “Ellos van de duros y ellas, a veces por tratar de ponerse a su nivel, por no saber decir no o porque desean agradar, entran en relaciones dañinas de las que no saben salir”, declara Rocío Carmona Horta, psicóloga especializada en género.

“Veo necesario que se empiece a impartir una asignatura de Educación Igualitaria que además debería ser obligatoria»

Carmona también ve la educación como el mejor antídoto contra la violencia de género. “La buena educación ayuda a prevenir todo tipo de inconvenientes y delitos. Las redes sociales son herramientas fantásticas, siempre y cuando se usen adecuadamente. Las alternativas no pasan por prohibir ni meter miedo, sino en educar”, concluye la psicóloga.

Más ejemplos positivos

Junto con España, mencionada como ejemplo a seguir por el Parlamento Europeo en su último informe, cabe destacar otros dos casos más: Nepal y Guatemala. El Fondo Fiduciario de la ONU para poner fin a la violencia contra las mujeres, administrado por ONU Mujeres, es la principal fuente en cuanto a subsidios para aplicar estrategias innovadoras. En Guatemala, un beneficiario del Fondo puso en marcha un proyecto de formación para niñas indígenas, que abogó por la erradicación de la violencia en sus comunidades.

Otro ejemplo es el de Nepal, donde un beneficiario trabajó con hombres para que reconsiderasen sus nociones de masculinidad y aprendiesen técnicas de comunicación con sus parejas. La campaña “El marido más comprensivo”, emitida por la radio nacional, hizo que se quintuplicase la cantidad de hombres en apoyar la lucha contra la violencia machista.

Al margen de convenios, fondos de la ONU y proyectos de ley, la lucha contra la violencia de género pasa fundamentalmente por un cambio de mentalidad, por los detalles del día a día, por un nuevo rumbo, por emplear el filo óptimo, por enseñar a ser personas, por no mirar hacia atrás y en esto, no hay antídoto con más eficacia: la educación. Que la desigualdad sólo sea biológica y no en derechos y deberes.


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Cómo malvivir 11 años junto a una finca de vacas ilegal

Un matrimonio de un pueblo de Segovia denuncia que la explotación ganadera colindante a su casa no cumple ninguna norma urbanística, ni de trato animal, ni de salubridad y que tanto ayuntamiento como Junta de Castilla y León se lavan las manos: «Es una condena que nos ha caído».

Imagen de la finca ganadera colindante a la casa de José Romera

Imagen de la finca ganadera colindante a la casa de José Romera

Cuando José y su mujer decidieron mudarse a la pequeña localidad segoviana de Riaguas de San Bartolomé, que apenas supera los 12 habitantes en invierno, no imaginaban la que se les vendría encima. Once años después, la ilusión de vivir en el entorno rural ha dado paso a la desesperación. La culpa la tiene una finca ganadera colindante a su casa. Ya se percataron de ello antes de comprar su chalet. Sin embargo, tras hacer las averiguaciones oportunas en el Ayuntamiento y la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León, les confirmaron que la instalación era ilegal.

Frente a ellos vivía entonces el primer teniente de alcalde, quien también les ratificó la ilegalidad de la finca y estimó en una semana el tiempo que les quedaba allí. La explotación no cumplía ninguna norma urbanística, ni de trato animal, ni de salubridad o acumulación de residuos. Aquel plazo de una semana, sin embargo, se ha hecho eterno. Lo único cierto es que han pasado los años y ellos continúan viviendo pared con pared con las vacas. Además de no poder abrir las ventanas en verano por la acumulación de insectos, no tienen más remedio que pisar una mezcla de heces, sangre y barro para entrar en su propia casa.

En este periodo de tiempo han acumulado informes de las autoridades sanitarias certificando la insalubridad de vivir allí y alertando de los riesgos de filtraciones de agua y enfermedades por distintos vectores. El ayuntamiento, por su parte, que hasta hace apenas cinco años obvió su responsabilidad a la hora de otorgar licencias, vigilar actividades, asegurar el bienestar animal y la salubridad del área urbana, emitió un informe contrario a la ubicación de la citada explotación de vacas. Sin embargo, «no ha hecho nada más en pos de restituir la situación y nosotros seguimos viviendo en una situación de grave insalubridad«, lamenta el afectado, José Romera.

«El ayuntamiento no ha querido recurrir a la Diputación o a la Guardia Civil por miedo a los dueños de la finca», asegura Romera

Asimismo, el Procurador del Común ha emitido varias sentencias a su favor que «han sido desoídas». Romera asegura que la Consejería de Agricultura y Ganadería, responsable en materia de trato animal y garante de las buenas condiciones de las instalaciones ganaderas «también ha obviado su responsabilidad». Este periódico se ha puesto en contacto con dicha administración y una semana después aún no ha recibido ninguna respuesta. La Consejería de Medio Ambiente, emisora del informe de insalubridad, tampoco escapa a sus críticas. «Todos se lavan las manos permitiendo la situación», se queja tras recalcar que les han «robado» once años de una casa «que no hemos podido disfrutar».

«Al borde de la desesperación»

Ahora, el matrimonio ha decidido que no tiene miedo. «Peor no podemos estar», agrega Romera. Por ello, han dado un plazo de un mes a Ayuntamiento, Diputación y a las Consejerías de Agricultura y Medio Ambiente para subsanar una situación que, según dicen, les mantiene «al borde de la desesperación».

En caso de que todo siga como hasta ahora, el siguiente paso será denunciarles. «Yo no les hubiera dado ni cuarto de hora pero los abogados dicen que debe ser así. Tendrían que haber impulsado el cierre de la instalación porque ellos tenían constancia de que allí no se podía vivir», explica el afectado. Y remata: «Es terrible. Estamos donde queremos. Hacemos 200 kilómetros diarios para ir a trabajar y cuando llegamos a casa lo que queremos es descansar y disfrutar, no hemos venido a fastidiar a nadie, pero las administraciones varias no hacen su trabajo y están impidiendo que vivamos con dignidad. No se puede vivir así».

«El ayuntamiento tiene miedo»

Preguntado por los motivos que se esconden tras la indiferencia de las administraciones, Romera lo tiene claro: «Somos un pueblo muy pequeño, la gente se conoce desde hace mucho. El ayuntamiento no ha querido recurrir a otros medios como la Diputación o llamar a la Guardia Civil por miedo, miedo a la reacción de estos señores [los dueños de la finca de vacas]». Casi a renglón seguido insiste en que ellos tras muchos años de no saber qué hacer han decidido que no tienen miedo y comenta que entre sus amigos el chiste es que su situación derive en un nuevo Puerto Hurraco. «Todo el mundo espera cualquier tipo de reacción cuanto menos violenta de los propietarios de la instalación. El ayuntamiento nunca se ha atrevido a sacar de ahí a una gente cuya actividad es ilegal», completa.

«Si no se resuelve nuestro caso, vamos a hacer que a la gente le dé vergüenza», dice el afectado

En este sentido, Romera añade que uno de los hermanos propietarios de la finca le reconoció sin tapujos que el problema no era con ellos sino con el pueblo porque «se les había fastidiado muchas veces». «Esto me lo dijo con la más absoluta tranquilidad», añade. Recuerda además que poco después de llegar a Riaguas de San Bartolomé la gente hablaba de algún enfrentamiento que habían tenido con ellos y que alguno le había seguido «dándole palazos encima del coche». «El problema es que el miedo del ayuntamiento lo estamos pagando nosotros. Si tienes miedo para qué te metes de alcalde, nadie te obliga», se queja Romera.

A sabiendas de que no tenían licencia, aseguran que las vacas están «con las heces hasta la barriga y que los animales que nacen caen sobre mierda nada más nacer», el matrimonio decidió por las buenas dar un periodo de tres meses a los propietarios. «Se supone que llos buscarían una nave para instalarse en otro sitio y a nosotros nos pareció bien. Pasado ese tiempo, no se fueron y el ayuntamiento tampoco les obligó. Ha sido un cúmulo de despropósitos«.

«Es una condena que nos ha caído»

Visto lo visto, dicen que se han planteado que si no se resuelve su caso, «vamos a hacer que a la gente le dé vergüenza». Señalan que aparte de no poder abrir las ventanas en verano, tampoco pueden salir a su jardín a cenar. «Hay cientos de moscas y mosquitos, por no hablar de las picaduras que sufrimos…». Otros días, dice Romera, las vacas se saltan y están por su puerta. Después de cosechar, se les ha llegado a acumular una pila de paja de ocho metros en su puerta trasera e incluso se les pinchó una de las ruedas del coche con una de las agujas que utilizan para vacunar a las vacas. «Nadie se hizo responsable», apunta.

Si la situación no mejora, se plantean incluso abandonar su casa. «Si no hay más remedio, claro». «Es nuestra primera casa, conseguida con mucho esfuerzo, y de repente, descubres que no puedes salir ni a la calle. El problema que tenemos ahora es que compramos la casa en un momento en el que las cosas valían lo que valían y que como todos los pringados que se hipotecan a 30 años, ahora tenemos una deuda con el banco y es muy difícil que podamos irnos a otros sitio», dice afligido. «Claro que nos lo planteamos pero, ¿cómo lo haces? Es una condena que nos ha caído», concluye.

17 días después de publicar este reportaje en marzo, recibí esta respuesta: «Ya no hay vacas. Gracias por la enorme función de servicio público que desarrolláis la prensa con vuestra presión».


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Burgos, contra el olvido

Hace más de veinte años que no nace nadie en ellos. Hablar de ordenadores resulta una utopía. Muchos no disponen de bares ni de servicios. Las carreteras que los unen son caminos llenos de baches. Dicen estar comunicados entre ellos e incomunicados con el resto del mundo. Los pueblos de Burgos son protagonistas del cruel camino sin retorno de la despoblación. Así lo confirma censo tras censo el Instituto Nacional de Estadística: siete municipios despoblados y diez más que ni siquiera figuran ya como entidades.

Son municipios que buscan una segunda oportunidad. El éxodo rural, la emigración de mujeres, el atractivo de las ciudades, el progresivo deterioro de los servicios e infraestructuras, la ausencia de una red mínima de comunicaciones, la falta de expectativas para los jóvenes y la inexistencia de relevo generacional, son la combinación de causas que explican la despoblación en el medio rural. Causas que sirven para ilustrar la cifra de 2000 pueblos abandonados en España. León, Soria, Guadalajara, Lérida y sobre todo Huesca son las más afectadas por este proceso, al que Burgos tampoco es ajeno.

Castroceniza es un pueblo de 13 habitantes, sus calles están sin asfaltar y la mayoría de las casas, hundidas. Sufren continuas inundaciones por el mal estado de la red viaria de agua y cuando se quedan sin ella sólo les queda acercarse al manantial. No disponen de depósito, mucho menos de bares, el encargado de suministrar las bombonas de butano llega una vez cada quince días. La misma frecuencia con la que reciben al cura. Mientras, la enfermera lo hace una vez al trimestre.

Una de las casas de Castroceniza

Una de las casas de Castroceniza

Juan Carlos Antolín es el médico que les asiste una vez a la semana. Lo hace por voluntad propia ya que una normativa recogida en el Boletín Oficial de Castilla y Léon, datada de 1987, dicta que a los pueblos con menos de 50 tarjetas sanitarias, les corresponde la visita médica una vez al mes.

“Más vale que no te pase nada aquí”, lamenta un vecino de Barriosuso

Timoteo Alonso, a sus cuarenta y cinco años de edad, es el vecino más joven de Castroceniza, donde hace ya veinticuatro años que no ven nacer a nadie. “Está todo abandonado y no atienden a nada”, afirma. El suyo es un pueblo en el que los únicos ingresos provienen de la caza.

En la misma situación se encuentran los habitantes de Peñacoba, una aldea perteneciente a Santo Domingo de Silos. A sus 90 años, Paz Santamaría pasea junto a su perra Raya. Explica que en el pueblo no ha quedado nadie, pero que ella no se irá: “Si quieren venir a verme bien, pero a llevarme no”.

Las ovejas a su paso por Peñacoba

Las ovejas a su paso por Peñacoba

A pesar de todas las carencias y dificultades a las que hacen frente los pobladores rurales, se muestran orgullosos de sus raíces y aunque le ven una complicada solución, aseguran que no cambiarían su modo de vida. “Esto es un paraíso, vives como Dios, ancha es Castilla”, exclama Carlos Cámara, albañil del municipio. La cruz de la moneda la presenta la cobertura telefónica. “Llevo dos meses sin que me funcione el teléfono, no hay cobertura ni antenas, me sale más caro que el azafrán”, concluye el peñacobino. Pero los problemas no quedan sólo en el abastecimiento de agua o de teléfono.

“Hay que hacer que la gente se sienta orgullosa de vivir en un pueblo”

También se enfrentan a inconvenientes relacionados con las carreteras, la sanidad y las telecomunicaciones, aunque el mayor quebradero de cabeza siguen siendo la despoblación y la falta de atractivos para la llegada de nuevos pobladores. “A lo mejor no debemos obsesionarnos con la generación de empleo como única opción para fijar y atraer población. Es algo que vendrá derivado de que la gente disponga de una calidad de vida razonable en el entorno rural”, manifiesta Alberto Gómez Barahona, Licenciado y Doctor en Derecho por la Universidad de Valladolid.

«Esto es un paraíso, vives como Dios», dice un vecino de Peñacoba

Por su parte, José Luis Ranero López, Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Sarriko (País Vasco), afirma que las personas se dejan cegar por las presuntas ventajas de la ciudad, y son incapaces de apreciar todo lo que ofrecen los pueblos. Ventajas como la falta de contaminación, de atascos o la menor carestía de las viviendas. La calidad de vida viene definida por lo que dictan las modas, algún día puede que cambie en beneficio de los pueblos. Ambos expertos coinciden en señalar la importancia de trabajar un componente psicológico: hacer a la gente sentirse orgullosa de vivir en un pueblo.

Mientras se trabaja este vínculo anímico, la imposición del modelo de vida urbano ha llevado a la progresiva desaparición de pueblos en toda España. En la comarca burgalesa de La Bureba, situada al noreste de la provincia, se contabilizan según el censo del INE, siete municipios despoblados. A esto habría que añadir otros diez que ni siquiera figuran ya como entidades. Algunos de ellos llevan muchos años deshabitados, pero en otros la pérdida de censo ha sido reciente. Quintanilla Cabe Soto, Movilla, Caborredondo, Bárcena de Bureba, Silanes y Valdeornedo han perdido toda su población. Algo parecido ha sucedido con localidades como Morcillo o Soto de Bureba. Frente a los aproximadamente 70 vecinos que tenían en 1960, hoy a duras penas mantienen unos pocos habitantes censados. La presencia humana resulta testimonial.

Vitorina vive sin luz

En Tejada, localidad de la comarca del Arlanza, la densidad de población no alcanza ni dos habitantes por kilómetro cuadrado. Teniendo en cuenta que la Unión Europea considera despoblado un territorio cuando tiene menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado, Tejada es un desierto demográfico. Está biológicamente muerto. La situación de una de sus vecinas resulta increíble. Vitorina Nebreda vive sin luz, su relación con el resto es nula… salvo con el tendero. Cuentan los vecinos que le deja una nota en la ventana con lo que necesita. Una vez éste introduce los víveres por la reja, Vitorina le paga y ahí termina su contacto con el mundo.

“El futuro de los pueblos no es muy halagüeño”, según un sociólogo

Saliendo de Tejada, dirección Santo Domingo de Silos, aparece Barriosuso. El acceso es complicado, su carretera no mide más de dos metros de anchura. Lo habitan cinco personas. No disponen de autobús para acercarse a Burgos. El médico tampoco llega hasta allí sino que son los propios vecinos los que deben desplazarse hasta el pueblo más cercano. “Más vale que no te pase nada aquí”, lamenta Martiniano Santamaría, vecino a temporadas, ya que el invierno lo pasa en la capital junto a sus hijos.

Plaza mayor de Barriosuso

Plaza mayor de Barriosuso

Otro de los problemas de la inminente desaparición de estas aldeas es el abandono de todo el bagaje histórico, cultural y patrimonial que atesoraban. Un estado de deterioro irreversible en el que han caído muestras de arte románico de extraordinaria calidad. Dice el refrán que quien tiene padrino, se bautiza. Pues bien, en Quintanilla de las Viñas sus dos o tres vecinos se mantienen atados a la vida gracias a la ermita visigótica que acopian. La localidad cuenta con un ermitaño que, según comentan los vecinos, gana más con las propinas de los turistas alemanes que con su sueldo. “Como aprieta la ermita, arreglan la carretera, sino estaría totalmente abandonado”, comenta Jacinto Eras, residente del municipio.

Ermita de Quintanilla de las Viñas

Ermita de Quintanilla de las Viñas

“En 15 años quedarán totalmente vacíos”

Puede que la última oportunidad para seguir con vida sea su conversión en lugares de residencia vacacional y de descanso. Son muchos los vecinos que han reformado su casa o construido nuevas viviendas, acudiendo al pueblo siempre que sus trabajos se lo permiten. Pese a ello, el 75% de la población rural supera los 70 años. “El futuro de los pueblos no es muy halagüeño”, decía el que fuera sociólogo y antropólogo de Ciruelos de Cervera, a apenas ocho kilómetros de Tejada. “Creo que en quince ó veinte años los pueblos, durante la mayor parte del año, van a quedar totalmente vacíos”. Vacíos durante el año pero con ciertos halos de luz y de esperanza en épocas veraniegas, con motivo de las fiestas patronales, de algunas tradiciones como las marzas o en Semana Santa. Puede que muchos queden abandonados absolutamente y se limiten a reseñas en las carreteras, en los mapas o en el carné de identidad de sus antiguos moradores.

Con el verano llegarán las bicicletas pero, ¿y durante el resto del año?. “Si los pueblos ven reducir su padrón de habitantes, los recursos para mantenerlos decentemente van a ser muy escasos y si no se cuenta con aportaciones personales será muy difícil conservarlos en unas condiciones mínimas de habitabilidad”, explicaba Represa, encargado del Archivo Municipal de Ciruelos de Cervera. Un pueblo en el que no ha habido ningún nacimiento desde el ya lejano 1983. Una localidad que en las últimas tres décadas ha perdido el 50% de su población. En definitiva, Burgos, un páramo rural.

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